Me quedé mirándome, reflejada en tus ojos.

Impaciente, siempre con ganas de más, imposible de cansar, tan fuerte unas veces y otras tan débil, tan madura para algunas cosas y tan niña para otras, tan perfecta a tus ojos y con tantos defectos a los míos, con tantas ganas de luchar y conseguir, con ilusión en todo lo que hago, sonriendo o mordiéndome la voz para no gritar, con demasiadas cosas que aprender y muchas que no debo olvidar, unas veces tan libre y otras tan adicta, decidida, buscando encontrar mi camino aunque mi camino lo hacen mis pisadas. Cierras los ojos. No me veo más, me olvido de mis dilemas y preocupaciones. Me olvido de quién soy por un instante, y en ese instante me besas. Y es ahí cuando todo cobra sentido.

Eres tú, siempre fuiste tú.